Admonición

Abrió una botella de vino. No la bebió; la fue vertiendo cuidadosamente en la maceta más próxima, mientras la esposa atendía sus deberes con abnegación.
Anteriormente le había advertido, "no hagas quehacer de noche, mujer; un día de estos va a venir la muerte a tocarte la puerta". Pero ella había convertido la limpieza nocturna en una filosofía de vida.
Al ojo de su mujer, el hombre finge quedarse dormido. Minutos más tarde, tocan a la puerta. Es el amante.
Suben sigilosos hacia el cuarto, y ahí, felices, se entregan al placer.
—Guarda silencio —protesta el convidado—, nos puede escuchar mi compadre.
—De ningún modo, puse somnífero en su bebida, como lo he venido haciendo desde hace unos meses.
—Eres un peligro de mujer —musita el hombre con tono provocativo.
—Moría por estar en tus brazos y cuando uno cede a una pasión tan grande se convierte en un ser abominable.
Ceden pronto a la retórica del cuerpo. El hombre adora a la madre-monstruo, ofrendándose en todos y cada uno de sus resquicios, mientras el marido toma la escopeta y sale de la casa sigiloso.
Decidido, toca la puerta. La mujer baja apresuradamente para evitar que el ruido despierte al esposo, sin percatarse que quien ocupa el lugar del marido es la muerte.
Apenas abre la puerta, recibe un tiro certero en el pecho y cae de espaldas. De pie junto al cadáver de su esposa, el hombre se persigna y agita la cabeza en un gesto de desaprobación diciendo, "te lo dije, mujer, que un día de estos la muerte vendría a tocarte la puerta".