En defensa de la virtud

¡La cagaste, mierda, hijueputa!, le dijo conteniendo las lágrimas, ¡la cagaste al meterte con esa perra malparida! Su respiración era brusca, agitada; los suaves cabellos caían graciosamente sobre su frente y levantaban el vuelo con cada violento resoplido; sus divinos ojos llenos de furia hasta la desesperación, destilaban toda la humillación de que era objeto, y sus lágrimas amargas escurrían alegres, cálidas, llenas de vida, por sus mejillas descompuestas en una mueca de dolor contenido.
"¡Dolly!, pronunció el bastardo, tímido, alcanzando los finos hombros de la noble mujer. ¡No me toques!, gritó ella apartándose horrorizada, ¡no te atrevas a tocarme con tus asquerosas manos!
Un silencio atravesó los oídos del niño que escuchaba con atención, y un cálido beso depositado en las mejillas sonrosadas del pequeño se iba apagando lentamente mientras la madre lo arropaba tiernamente.
—¿Y qué pasó después, mami? —preguntó el niño contemplando los ojos hermosos de la madre.
—Eres muy pequeño aún para saberlo, Grisha. Anda duérmete ahora, que mamita tiene asuntos muy importantes que tratar en casa.
El pequeño cerró los ojos, alegre, y la madre apagó la luz. Después, se dirigió con toda la abnegación del mundo a su recámara. Tenía miedo por lo que pudiera pasar; no obstante, estaba convencida de que esa misma noche debía solucionar las cosas con Esteban.
Si Anna llega, pensó, Vronski se enamorará de ella de forma irremediable, y todo lo que hay depositado en la virtud en esta historia terminará yéndose al carajo.