Los inconvenientes de la fábula

Habían pasado cien largos y lúgubres años, y llegó el día en que tenía que despertar.
Cuando el príncipe llegó, ella sintió su presencia como un espasmo recorriendo su piel blanca como velo de novia.
Cada paso que daba mientras ascendía por la antigua escalera era un impulso de vida que bombardeaba su corazón.
Cuando por fin alcanzó la cámara secreta en lo alto de la torre y vio el cuerpo amortajado de Talía, se acercó lentamente; descubrió el velo blanco que cubría su piel resplandeciente, apenas tocada por el sello de la muerte, y se inclinó ante ella.
Aquella proximidad, aquel suspirar cálido y humano, ese latir palpitante de su corazón, el dulce sonido como el gracioso correr de las aguas en verano, fue lo que la trajo de vuelta a la vida.
Al cerrar los ojos para posar sus graciosos labios sobre los de la doncella, Talía hincó sus colmillos en el hermoso cuello del príncipe que agonizante comprendía la dolorosa experiencia del amor.