Rufián
"Todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal"
Nietzsche.
Al otro lado de la verja, yacía el Rufián. Mimí, una ridícula Pomerania, valiéndose de sus encantos femeninos, fue a proponerle un plan para escapar de las comodidades del hogar.
Hazlo por mí, Rufián; demuestra que eres digno de mi amor, decía mientras le pasaba la cola por las fauces al triste y cansado Dóberman.
El perro es el mejor amigo del hombre, pero las artimañas de una hembra pueden romper los lazos más estrechos.
Rufián entró con paso firme en la recámara del anciano, reflexionando sobre la lealtad debida a aquel hombre que habría dado su vida por verle feliz.
La vida es una ruleta de ironías, pensaba en voz alta, mientras las palabras de Mimí resonaban en su mente para alentarlo a cometer el crimen.
Seré tuya, como siempre has querido. Harás de mí lo que quieras y tendrás de mí cuánto quieras. ¡Vamos, mata al viejo, y seré tu eterna esclava!
Entonces, horrorizado por el arrebato del instinto que lo instaba a encajar sus blancos dientes en la piel clara del anciano, se abalanzó sobre él e hincó sus colmillos en la yugular.
Fue una muerte hermosa. Rufián, de pie, aún con el cuello de aquel noble hombre entre sus fauces, gimió y dejó caer una lágrima sobre el cuerpo inerte de su amo.
Salió con el resplandor de la sangre fresca untada sobre el hocico negro. Mimí lo recibió con una sonrisa y con un brillo de malignidad en los ojos que su cómplice no notó.
¡Magnífico, Rufián! ¡Tout est magnifique! Sí que has demostrado ser merecedor de mis favores. Ahora huyamos, amado mío, antes de que el alboroto atraiga a los vecinos.
Atravesaron la calle riendo, felices de su libertad, ignorando que la causa de su regocijo era un simple artilugio para soportar la desdicha, que es la vida.
Corrieron hacia la avenida, con la alegría escurriéndoles del hocico, y en el frenesí de la huida, Rufián no advirtió que Mimí se había detenido en el umbral del asfalto.
Volvió la vista hacia ella y la vio sonreír; entonces, comprendió. Todo fue en vano; un camión de carga aplastó el gran cuerpo del rufián.
La muerte fue instantánea e inadvertida, como todos los sucesos de la vida. ¡Magnífico, Rufián! ¡Tout était magnifique!